Hombre y Agua: nuestro lado acuático

Hombre y agua tienen una enorme conexión. Es fuente de vida, todas las civilizaciones la han venerado y continúa siendo el símbolo de purificación en los rituales de casi todas las religiones. Para relajarnos, para conectarnos con el mundo, e incluso para sanarnos recurrimos a ella. 

Por
Arantxa Neyra


El hombre siempre ha tenido una relación estrecha con el agua. Desde la antigüedad ha creado sus ciudades al lado de los ríos y de los lagos. Ha implorado a los dioses para acabar con la sequía o para paliar las inundaciones. Ha temido y ha venerado el mar y se ha lanzado a él para conquistar nuevos y desconocidos mundos. La ha buscado para purificarse, relajarse y sanarse.


Desde antes del nacimiento estamos rodeados de ella, es el componente principal de nuestro cuerpo y fundamental para nuestra supervivencia. También es el mayor elemento del planeta en el que vivimos (y puede que de otros).


Por eso, desde que el mundo es mundo, el agua ha sido el centro de todas las esferas de la vida del ser humano, del conocimiento, de la fe y, por supuesto, de la alimentación.


Foto de Estudio Lelle

Somos como gotas de agua

Entre un 40% y un 60% de lo que contiene nuestros cuerpo es agua, una proporción que depende de varios factores: el sexo (en la mujer es menor), la cantidad de grasa (la obesidad es inversamente proporcional a la cantidad de agua) y la edad (nos vamos ”secando” con los años). 


Nos hidratamos mediante distintas vías, tanto ingiriendo directamente líquidos y alimentos, como mediante procesos metabólicos como la oxidación de la glucosa


El agua es la encargada de realizar varios procesos vitales en nuestro organismo, por eso su ausencia es extremadamente peligrosa: una pérdida de un 10% comienza a afectarnos, una pérdida de un 20% puede poner en riesgo la vida. 

El agua y los dioses de la antigüedad

Todas las grandes civilizaciones desde el principio de los tiempos han venerado el agua con sus distintas deidades. Estos se vinculaban a sus diferentes manifestaciones (la lluvia, el mar, las tormentas….) y los encontramos representados en sus templos e inmortalizados en su mitología.


En Egipto, Sobek, encarnado como hombre con cabeza de cocodrilo, era el señor de las aguas que protegía de los peligros del Nilo; Anukis la diosa del agua, también asociada al mismo río, a las cataratas de Asuán y a la isla Elefantina, y Nunet la del agua de la vida, la lluvia y los océanos.


En Grecia cuando los marineros emprendían sus viajes se ponían en manos de Poseidón, el dios del mar y de las tormentas del Olimpo. Normalmente se le representaba como un hombre de barba espesa y un tridente, que en la Roma clásica tomaría el nombre de Neptuno. Su equivalente en la cultura nórdica es Njord, quien, además de dios de los océanos, manda en los vientos y en el fuego. 

El agua es el principio de todas las cosas, el primer elemento. 

Tales de Mileto, filósofo.

También en el Nuevo Mundo las culturas precolombinas rendían culto al agua bajo la forma de distintas divinidades. Pitao Cocijo era para los zapotecas la deidad de la lluvia y la tormenta, y Chaac para los mayas la del agua y la lluvia. Para los mexicas, la diosa de los lagos y las corrientes de agua era Chalchiuhtlicue y Amimitl el de lagos y pescadores. En muchos casos se ha dado un sincretismo al mezclarse con el católicismo y con rituales paganos.

El agua y las religiones

Según el Antiguo Testamento, todo comenzó con el agua, era lo único anterior a la Tierra. El líquido elemento aparece en todos los libros sagrados de la Biblia en numerosas ocasiones. En cualquiera de las ramas del cristianismo el agua ha tenido siempre mucha importancia como elemento purificador, y de hecho el primer sacramento es el bautismo.


Lo  mismo sucede en el resto de las religiones.  En el budismo, por ejemplo, se utiliza en los funerales y para los hinduistas es preceptivo lavarse con agua todos los días. Tienen ríos y lagos sagrados (el Ganges, el Godavari, el Kaveris, el Narmadas…), donde también se celebran los ritos funerarios. Los templos suelen estar cerca de ellos o, en su defecto, de una fuente, para que los fieles puedan bañarse antes de entrar. 


En el judaísmo los hombres van a la Mikveh (baño ritual de purificación) los viernes y antes de las grandes fiestas. Las mujeres lo hacen también al terminar sus menstruaciones, antes de la boda y tras dar a luz. 


El agua también forma parte de varios rituales del Islam, donde desde siempre ha sido un elemento fundamental, incluso en su arquitectura. Cada día, antes de sus cinco oraciones, los creyentes deben enjuagarse la cabeza, lavarse las manos, los antebrazos y los pies, de la misma manera que antes de la oración del viernes y cada vez que tocan el Corán.

Ayunos de agua para sanar el cuerpo 


Aunque puede parecer una paradoja, el ayuno de comida y una dieta basada solo en la ingesta de agua puede llegar a ser muy beneficioso para nuestro organismo. Como su propio nombre indica este tipo de terapia consiste en no ingerir nada salvo agua. 


Suele durar de 24 a 72 horas y al segundo o tercer día el cuerpo entra en cetosis y comienza a quemar las células grasas. 


Más allá de la pérdida de peso, es una forma eficaz de desintoxicación con infinidad de efectos terapéuticos. Uno de ellos es la autofagia, un proceso que ayuda al cuerpo a descomponer y reciclar células viejas, y consecuentemente es efectivo contra enfermedades como el cáncer y el Alzheimer además de ayudar a la disminución de la tensión arterial…

En algunos casos, este ayuno se usa también como paso previo de algún tratamiento médico e incluso por razones religiosas


Es una terapia dura, que requiere una preparación física y psicológica previa. Está desaconsejada para enfermos de diabetes o con insuficiencia renal, embarazadas, etc.. y es fundamental que esté supervisado por un médico para evitar posibles problemas de salud o deshidrataciones.

Conexión holística 


Foto de Estudio Lelle

Pero no todo es ciencia. Nuestra conexión con el agua y el medio acuático va mucho más allá de la necesidad física. No es casualidad que cada vez que queremos irnos de vacaciones o hacer una escapada, busquemos lugares con agua: ya sea en forma de playa, de río, de lago, e incluso… de agua congelada. 


Como tampoco lo es que siempre que deseamos relajarnos y desconectar, algo nos lleve instintivamente a estar cerca del líquido elemento. Nos damos un baño de burbujas, recurrimos a un spa, nos bañamos en un lago, escuchamos el sonido de las olas, tiramos un mensaje en una botella o incluso las cenizas de un ser querido al océano, nos dejamos empapar bajo la lluvia y nos sentimos libres… Somos animales terrestres, pero también seres de agua.

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